martes, 4 de septiembre de 2018

Momentos decisivos

No creceré por lo que me suceda
solo me harán crecer mis propios actos.
Kierkegaard


"Momentos decisivos" es el titulo del libro escrito por Félix de Azúa que nos habla del tiempo, de las distintas generaciones donde los recuerdos golpean la memoria como un simple desahogo para constatar que hay que continuar hacía adelante. Una buena forma es a través de los sueños que iluminan la esperanza de un mejor bienestar y de unas condiciones mentales, emocionales y físicas más óptimas capaces de proporcionar un sentimiento de satisfacción, de tranquilidad y de paz. 

El trama no son las generaciones entre artistas incipientes, hermanos mayores y padres vencedores o vencidos sino las decisiones, la capacidad de decidir aunque siempre en el camino lo quieren hacer por ti y te tuercen el destino donde muchas veces te han estancado quizás otras no han permitido que te pisotearan. 

Comienza el libro con una carta que se encuentra el protagonista en el buzón y aunque he cambiado alguna frase nos comunica que en la vida de todo hombre y también en la vida de cada mujer, "hay con frecuencia un momento decisivo que tuerce el futuro con irreparable fatalidad y nos introduce por un camino para el cual no estábamos pertrechados. Suele aparecer de repente, como una curva o un giro repentino que conduce al fracaso o a ese sucedáneo de fracaso que solemos disimular con el eufemismo de ir tirando. Sólo pasados muchos años podemos confesarnos que toda nuestra vida no ha sido sino la consecuencia de aquel brevísimo instante, de aquella minucia, de una distracción trivial" Conocer estos momentos decisivos aunque los descubramos tarde nos permite llevar una vida  con mejores condiciones.  Dice que puede parecer que hay muchos momentos decisivos pero que solo uno lo es y nos cuenta  el suyo donde comenta que se trata de un momento oscuro donde solo buscaba compañía de "gente distinguida". Confiesa que no quería despreciar a la gente corriente, vulgar sino que al contrario pues sentía afecto y simpatía por ellas pero la notaba superflua, le resultaba indiferente "como la tierra donde crecen frutales pero nadie agradece nada a la tierra sino a los árboles" donde para él eso es mirar de frente. Admiraba pues a las personas que él consideraba libres o bien a las que eran graciosas, sarcásticas, bellas, dotadas de un buen instinto para convertir los defectos en ventajas.

Os dejo un dialogo de la novela que me ha llamado la atención:

"Es que sobre Laín no se me ocurre absolutamente nada, por eso me está llevando un tiempo"
"Nadie le pide ocurrencias, limítese a exponer la obra del polígrafo, con ello es suficiente"
"Es que no sabría por donde empezar, tantas son sus contribuciones a la ciencia del siglo"
"Comience por lo sencillo y vaya usted subiendo. como dijo el estagirita"
"Pero es que no encuentro nada sencillo por donde empezar, en la obra del sabio todo es complejo"
  
Ciertamente no veía el problema aquí sino en la historia y en la ciencia pues muchas historias son la única verdad de las ciencias siendo el rigor exigible el científico.

"El momento decisivo" siempre es propio, nos pertenece como nuestra propia vida, como nuestra propia historia por vulgar que pueda parecer y así vive cada uno su historia que la ha de vivir como una historia perteneciente al mundo como si pudiera cambiarla aprovechando su propio momento. 

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