miércoles, 6 de marzo de 2019

Todos llevan máscara

"Todos llevan máscara" es el título del libro escrito por Laura Freixas. El texto a modo de diario va profundizando en las ideas, intereses, emociones y sueños de la protagonista siendo una continuidad de "Una vida subterránea" dónde expresaba deseos de casarse y de tener hijos siendo una prolongación de su existencia con una nueva etapa como mujer dónde descubre la felicidad de ser madre pero también el precio que se paga por ello en relación al trabajo y a las tareas a desarrollar. 

Define "diario" como el único espacio dónde se puede meditar por la vida" y de una forma natural ya que la literatura lo hace de manera más elaborada. Como escritura libre que no necesita fabulación, ni estructura ni verosimilitud, no impone tiempo ni límites de extensión, como una columna periodística, puede corregirse o no, publicarse o no. Siempre tuvo la sensación del sentido de la vida, preguntas y respuestas que va dejando escritas en el diario y así va descifrando la clave.  Es una manera de ir recorriendo el camino y avanzando. Igualmente es una forma de psicoanálisis y que se pueda ir viviendo con más tranquilidad, con más libertad interior y no como angustia y decepción. Es una mujer que le da importancia a la actitud ante la vida y no se siente angustiada ni culpable y que cree en el análisis porque le dan una despreocupación y un alivio inmenso, es como entrar una luz en una cámara oscura.  Además de permitir niveles de abstracción, de cazar, atrapar y definir sentimientos, sensaciones indefinibles, mecanismos invisibles que pesan sobre la vida y de ir ordenando su vida.

Nos dice que en la vida literaria "todos llevan máscaras" caras, caretas, interiores y exteriores, pasión y desconcierto, miedo y ternura, inteligencia y fragilidad y percibe machismo en la cultura. Es experta "en esa suerte de historia oculta en la literatura como es la femenina" y nos explica que ella es una mujer que ha heredado una mentalidad burguesa de trabajo y es que ganar dinero significa tener ciertos derechos, privilegios, mandar, pasarlo bien mientras que no trabajar es como una especie de mantenida por el marido. Reconoce que es una forma de despreocuparse del dinero, de egoísmo y que no significa pobreza. Ella esta idea no la podría soportar sería no respetarse aludiendo a la frase "valor igual a precio". 

Habla de su vida profesional donde trabajaba mucho e intensamente y le parecía que ganaba poco en comparación a lo que hacía y trabajaba porque se sentía viva, activa y evolucionada en su vida, siempre creativa e inspirada haciendo su labor mucho más interesante. Ve un problema social donde solo se valora lo que se compra y se vende pero no se gana más ni se puede hacer nada ante personas de la misma cuerda, es decir, de la misma opinión y que intentan aferrarse y llevarse mal con los que no son iguales. Comenta las diferencias entre hombres y mujeres que hacen parecer de distintas especies, como que se excluía en el hombre todo éxito en el arte y en la mujer lo intelectual o el éxito profesional. Como que no se puede comprender el deseo del otro. Da un ejemplo al que denomina "la suerte de la fea", una suerte marginal pero discreta con un hombre que la quiere, unos hijos y una felicidad mediocre pero feliz ya que ella conocía lo que significaba la belleza en hombres y mujeres divorciadas y divorciados con hijos de un lado y del otro. Ella nunca escribiría sobre su fealdad ya que nunca la ha hecho sufrir ni la ha privado de nada pero no la importaría escribir sobre el fracaso y la envidia. Tenía un miedo quizás patológico dónde recordaba los miedos y consejos que le había transmitido su madre más acerca del trabajo profesional. Esa sensación de que solo obedeciendo, sometiéndose y aceptando lo que hay sin asumir riesgos, aferrándose a lo que se tiene e incluso adulando es como se pueden conseguir las cosas. Ella es partidaria de ejercitar el sentido crítico y ve en aceptar esas humillaciones cierto masoquismo que además no la hacen sentir placer. La autora siempre se sintió muy criticada por su madre y le decía lo que le quedaba bien o no, lo que le gustaba o no, lo que tenía que hacer y a ella le parecía una especie de rivalidad.  Aunque admite que su forma de ser, de interesarse por todo lo aprendió de ella, que la ha apoyado mucho y le inculcó criterio propio, autonomía y curiosidad por el mundo, siente que la admira, y que al ser madre ella es como si la historia continuase. En una entrevista concedida Laura Freixas cuenta que su padre y su madre pertenecían a familias muy distintas, el era un burgués y ella una mujer humilde creciendo en un contrate de "admiración mutua y desprecio recíproco".

Afirma la autora que las repuestas están en los libros pero solo se pueden comprender si se han vivido y que cada decisión cuesta un esfuerzo agotador.  Es partidaria de ejercitar el sentido crítico  y nos hace saber que con el mundo de la cultura tiene cierta desconfianza. 

Para finalizar llama la atención la sinceridad y honestidad de la escritora, el libro se lee muy rápido y su portada destaca por el rostro de mujer triste y pensativo mirando hacía abajo donde la máscara es una nariz y una boca con morritos rojos en forma de pez muy de moda hoy en día en los selfies y en las redes sociales y que está situada  en la frente entre el pelo y la cara mirando hacía arriba dando la sensación que faltan los ojos en ese nuevo rostro. Una mirada quizás distinta de la mujer más sonriente, con gesto alegre y más positividad emocional pero no cabe duda que la máscara es sensual, enigmática, provocadora e importante ya que el lenguaje, las palabras, lo que sale de la boca también define a las personas.

No hay comentarios: