sábado, 12 de noviembre de 2016

La vida del estudiante sin recursos

Hoy, os dejo otra de las leyendas de Washington Irning en sus "Cuentos de la Alhambra"


Se cuenta la historia de un estudiante de Salamanca llamado Vicente sin recursos pero con talento que quiso visitar la famosa ciudad de Granada. Durante las vacaciones comenzó a emprender el viaje. Al pasar por la cueva de San Cipriano hizo una parada para que le concediese buena suerte y observó al pie de la cruz una sortija de sello de oro y plata y con dos triángulos cruzados en forma de estrella. Se dice que este dibujo tiene mucho poder en casos de encantamiento. 

El joven tomó el anillo considerando que era un premio de San Cipriano por parar a orar y lo colocó en su dedo siguiendo alegremente su camino. Se sentaba con su guitarra y tocaba fandangos o boleros para deleitar a la gente  y así poder ganar para comer, pasar la noche e irse de ciudad en ciudad hasta llegar a Granada. Una vez allí contempló la maravillosa ciudad, recorrió sus calles, visitó sus monumentos, sus jardines.

Su talento musical, su humor, su agradable y feliz presencia hizo que se ganara el aprecio de mucha gente pues aunque carente de recursos tenía talento pudiendo sobrevivir y teniendo la oportunidad de continuar sus estudios acerca de la belleza femenina, rama del saber a la que se sentía inclinado.

Con su guitarra improvisaba canciones de amor y su música invitaba a bailar. Un día se paró  ante él un padre de la Iglesia ante cuya presencia todos se descubrieron pues era un hombre de gran importancia. Era espejo de buena y santa vida, robusto y colorado y solía pararse delante de los mendigos, sacaba del bolsillo alguna moneda y con aires de ardiente caridad se la daba. 


Los pobres exclamaban: ¡Ay, padre bendito, Dios le conceda larga vida y ojala sea usted Obispo pronto! Iba acompañado de una sirvienta, lozana y ardiente andaluza, a la vez recatada y bajaba la mirada pues era muy tímida. El sacerdote contempló la gente que me rodeaba y tomó asiento delante de la fuente en un banco de piedra mientras que la criada le traía un vaso de agua. Estuvieron poco tiempo durante el cual yo tocaba con más destreza de lo normal, nunca canté tan bien y al irse la muchacha dejó escapar una mirada de soslayo que me rompió el corazón.

Pasó un tiempo y no pudo borrarla de la cabeza, así que se obsesionó con ella y comenzó a averiguar dónde vivía.  Logró saber que el padre se llamaba Tomás, era un piadoso sacerdote, muy estricto en las normas, a la hora de levantarse, al dar el paseo, a la de comer, dormir siesta, cenar y retirarse a descansar. Vivía con un ama de llaves y la joven criada. La casa no era accesible para él pues al padre no le gustaba ya que era trotamundos, no era un estudiante con dinero pues tenía que trabajar o mendigar para comer, no era una persona con recursos económicos. Se dedicó a dar serenatas bajo su balcón pero sin ninguna esperanza.


Llegó la víspera de san Juan donde las gentes humildes de Granada salen a bailar y a lavar su cara en las aguas del río. Se dice que a las doce en punto de la noche las aguas tienen el don de embellecer. El estudiante lanzó una mirada y observó que cada oveja iba con su pareja sintiéndose en soledad. Observó cómo la ciudad estaba rodeada de cosas de otros tiempos y cómo son los granadinos pues no se sorprenden al verlas. El en cambio observó un soldado con una armadura muy antigua y se acercó a él a preguntar a qué cuerpo pertenece. El soldado respondió que a la guarda de Isabel y Fernando. ¿Cómo va a ser posible con los siglos que han pasado?  Los mismos que llevo montando guardia respondió. ¿Deseas fortuna, preguntó el soldado? Y el estudiante levantó la capa. Ya te entiendo. Si tienes fe y valor sígueme y tu fortuna estará hecha.


Escaso valor necesita el que no tiene nada que perder, a no ser la vida y una vieja guitarra. Todo ello de poca monta. Otra cosa es la fe, pues si hay que hacer alguna acción perversa, malhechora, no la iba a cometer pues no era un delincuente. El soldado le miró y le dijo: “Mi espada solo fue desenvainada a causa de la fe o del trono” Soy cristiano viejo, confía en mí. Así el estudiante confío y le siguió admirado hasta una torre dónde golpeó el soldado su lanza y las piedras se separaron abriéndose una puerta. Entra, le dijo, en nombre de la Santísima Trinidad y nada temas. El corazón le palpitaba pero le siguió.  El soldado le enseñó un banco de piedra y le dijo:
     Este es mi lecho durante todos estos años, sólo puedo salir de él una vez al año durante las fiestas de San Juan pues en tiempos de los Reyes católicos ayudé a ocultar un tesoro y fui castigado por ello, se hicieron conjuros sobre mí y aquí permanezco. Han pasado siglos, han derrumbado piedras pero estas paredes, estos muros han desafiado al tiempo pues han permanecido encantadas las paredes. Salgo una vez al año con la ilusión de que alguien me rompa el encantamiento. Tú eres el primero que me ha hablado en todo este tiempo. Y ahora lo comprendo pues de ti depende que pueda líbrame de él encantamiento ya que llevas un anillo sellado del rey Salomón.


El estudiante quedó admirado. Había escuchado historias de tesoros escondidos pero siempre las consideró fábulas. Y ahora se daba cuenta de que su sortija tenía un valor y que por ese talismán se encontraba en frente de un soldado que tenía que estar en la tumba hace cientos de años.  El soldado le enseñó un cofre y le dijo que si rompía el mágico hechizo suyo sería la mitad de la riqueza que contenía.
¿Que debo hacer preguntó? Le dijo que era necesaria la colaboración de un sacerdote para exorcizar los poderes ocultos para lo que tenía que ayunar durante un día entero y de una joven cristiana para que toque el cofre con el sello. Apresurate hacerlo pues si en tres días no estoy libre tengo que montar guardía un siglo más. El estudiante salió de la torre y fue en busca del padre Tomás y no iba como un estudiante humilde sino como representante de un mundo espectral que otorga tesoros encantados. Se ignora cuales fueron sus negociaciones pero se pusieron los tres en camino hacía la torre pero no pudieron hacerlo hasta el tercer día a causa del ayuno del sacerdote. Al llegar hallaron al soldado sentado en el cofre esperándoles. 


Se efectuaron los ritos y saltó la tapa donde se podían observar tesoros de oro y piedras preciosas pero de repente antes de las doce el parroco comió y tanto él como el estudiante y la doncella se encontraron fuera de la torre y se cerró todo dándose cuenta que el sello quedaba dentro. En suma, se restableció de nuevo el encanto mientras los tres descendían de la colina. Así finaliza la historia donde se cuenta que el estudiante quedó con algunos tesoros que compartió con el padre y que se casó con la doncella. La leyenda del soldado encantado continúa aunque se relata de formas diferentes.

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