jueves, 25 de julio de 2019

La femenidad


"Al igual que el resto de las mujeres de su generación, y que otras mujeres de generaciones anteriores, había invertido años en aprender cómo vestirse, cómo maquillarse, cómo comportarse como "una mujer" y ser reconocida como una de ellas, por los hombres también, pero y sobre todo, por las otras mujeres, quienes, por su parte, sabían -porque habían pasado por lo mismo- que nadie "era mujer", sino que devenía una, a través de un extenso y nunca sencillo proceso en el cual la genitalidad desempeña un papel limitado y no siempre conclusivo. "Ser una mujer" suponía adoptar unas prácticas que, a modo de juego, eran exploradas por las mujeres durante la niñez- pintarse el rostro, andar con tacones, preferir algunos colores sobre otros- pero también renunciar a toda una dimensión de la experiencia que, de alguna forma, y a raíz de un imperativo difuso, correspondía a los niños. Las renuncias que ese proceso entrañaba, y las prácticas que imponía, cuya adopción requería una cantidad indeterminada de tiempo y esfuerzo, convertían la femenidad en algo que debía de ser invertido cuidadosamente, depositado como un objeto de valor inconmensurable en una relación tan segura como la caja fuerte de un banco". (Pron Patricio, Mañana tendremos otros nombres, pg. 49)



El texto de Patricio Pron retrata una sociedad que configura unos años dónde los roles de las mujeres eran destinados a complacer a los demás. Ser buena esposa, madre, saber comportarse como mujer, aprender a vestirse, a andar, a maquillarse, dejar de ser niña y adoptar prácticas de adulta, femeninas, andar con tacones, llevar bolso y gran cantidad de reglas que había que seguir requiriendo todo ello mucho esfuerzo y tiempo. 

El caso es que había que ser servidora ágil y poder con todo, casa, trabajo, familia y facilitar la vida a todos con total disponibilidad y perfección para ello había que tener la casa ordenada y limpia sobre todo para los demás ya que ante la comodidad se comportarán con mayor satisfacción personal y siempre positivos y agradables y nunca quejarse por nada para tener una casa tranquila y con armonía. Al igual en el trabajo, cumplimiento de horarios, funciones, tareas, exigencias y todo ello para los demás, pensar más en las necesidades de los demás, en las alegrías y tristezas, en los gustos, en lo importante. Todo ello lleva a un gran problema que te hace olvidarte de ti misma.  

Y pensaba que me arreglaba poco, que no me importaba mucho, que tenía la suerte de que el trabajo me obligaba a ir cada día en chandal sin tener que prepararme mucho. Sin embargo me gustaba ir con el chandal bien combinado, buenos playeros e ir bien arreglada además de que era juzgada si repetía la ropa el mismo día, sino llevaba buena ropa, es decir no era tanto como me veía yo a mi misma sino como me veían los demás y como me obligaban a ir. Obligada a ser esclava de la imagen y la vida en general. Todo esto tenía que compaginarlo con otros muchos deberes como llevar preparado todo y saber hacerlo con mucha dignidad, es decir, mejor el trabajo bien hecho a la primera.

Y así fue la educación y la vida. Digamos que la mente, el cerebro, se sorprende porque está ocupado con tantas cosas que pueden escapar al propio control. Y te preguntas los porqués. Vaya, no hice esto o lo otro, o igual se enfadó porque no dije o no hice.... Es una forma de educación de pensar en los demás en exceso y todo ello trae muchas repercusiones emocionales. 

La realidad es que en nuestra educación ha habido muchos mensajes hacía los demás de compartir, tolerar, ser solidarios, de hacer el bien a los demás, de tratar muy bien para que otros sean felices, más pensado en la felicidad de los demás que en la de una misma. "Si los demás son felices tu eres feliz". Unos valores que nos obligaban a ser de una forma determinada y llevar una realidad y esos valores que nos inculcaban eran órdenes, no eran sugerencias, eran obligaciones: cede el asiento, levántate, acude, ayuda, etc. Las decisiones de repartir, dar, compartir eran obligadas, de estar bien, tener buena imagen  y sino lo hacías no iban a dejarte ser feliz porque no eras buena persona.  Y entonces surgen los dos polos opuestos que forman parte de todas las personas, lo bueno y lo malo, el si y el no, el blanco y el  negro, y te atrapan y te dañan y tienes que regalar el tiempo, los recursos, la energía y ser voluntariosa a personas que no quieren lo mejor para ti ni tu bienestar sino que pasan la vida machacando. Y sigues, te esfuerzas y no puedes parar y trabajas sin descanso para unos y otros sin obtener los resultados que realmente esperas y te obligan a renunciar a toda la dimensión de experiencia y saber. Es aquí donde comienzas a parar, a reflexionar y ves como son las cosas, la mente ha tomado un contacto con todo, has visto la realidad, tu verdad y que la vida es muy diferente y caes en la cuenta en lo importante que eres y en lo que necesitas tu misma como persona, lo que aprecias y defiendes quizás diferente a otros y que el tiempo tuyo es tuyo y pasa mucho más rápido de lo que imaginas y lo tienes que hacer como tu quieras, quererte un poco más, ser y estar sana y más que complacer a los demás vivir siendo fiel a una misma intentando ser una mujer plena y feliz siendo todo ello un acto de responsabilidad personal.  

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