sábado, 31 de octubre de 2015

El enigma de la muerte



Los problemas no son eternos, siempre tienen solución,
lo único que no se resuelve es la muerte.

                                                            William Shakespeare 




Hoy, 31 de octubre, se celebra "la noche de ánimas" o "noche de Halloween". Es una fiesta conocida también con otros nombres, tales como: "noche de difuntos", "víspera de todos los santos" . Las personas que lo festejan practican ritos, tradiciones, acuden a los cementerios a llevar flores, idean disfraces de fantasmas, vampiros, zombis, hadas,etc. en relación con la muerte incorporando de esta forma el sentido del enigma de un tipo de cultura intuitiva y emocional donde los comportamientos de uno mismo tiene que ver con ese dolor y sufrimiento que se siente por las personas que se han ido.


La muerte produce dolor y queja. Es una realidad que se vive hasta que se muere y que su mayor emotividad además del sufrimiento es el miedo.  Según las diferentes culturas puede vivirse como algo natural, como tema tabú, como un proceso misterioso o como una gran fiesta con el pensamiento de que los seres queridos siguen con nosotros.

Finalizo con los sonetos de Góngora y Quevedo que hablan de la muerte, tales como: "La rosa"  y "todas las cosas son aviso de la muerte"

La Rosa de Góngora


Ayer naciste, y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana?
Si te engañó tu hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte

Todas las cosas son aviso de la muerte de Quevedo

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos;
mi báculo más corvo y menos fuerte;

Vencida de la edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

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