sábado, 24 de octubre de 2015

Homenaje a Carlos Bousoño


Hoy, 24 de octubre de 2015, a los 92 años de edad falleció en Madrid Carlos Bousoño. Aunque nacido en Boal a los cinco años vino a vivir a Oviedo ciudad de la que afirmó recibir las primeras emociones estéticas tan puras e intensas en aquel entonces como con el paso del tiempo. Poeta y crítico literario fue un ejemplo de la evolución creadora por su preocupación con todo lo relacionado con lo humano. De él se dijo que era un hombre abierto y simpático, con una lucidez brillante, muy inteligente y muy sensible a los razonamientos lógicos de los demás ya que aceptaba con buena disposición de ánimo sus argumentos aún no estando de acuerdo con ellos. Se doctoró en filosofía y letras siendo premio extraordinario en 1946. Fue Premio Nobel de Literatura en 1977, profesor emérito de la Universidad de Madrid y miembro de la Real Academia Española en 1980, investigador de honor de la Sociedad hispánica en América.

Su muerte ha coincidido con la entrega de los Premios Princesa de Asturias justo diez años después de recibirlo él ya que fué Premio Príncipe de Asturias de las letras en 1.995. En ese acto en su exposición ante el público destacaba tanto el carácter institucional de los Premios como las virtudes de la Fundación que llevan a que se vayan resolviendo paradojas en todos los distintos aspectos de la vida por la existencia de contradicciones entre las diferentes razones de lo que es bueno para el hombre y lo que es para el mundo.
Para finalizar os dejo uno de sus poemas que lleva por título:


"Análisis del sufrimiento"

El cruel es un investigador de la vida,
un paciente reconstructor, un objetivo relojero, un perito
que quisiera conocer la existencia,
el secreto de la vida que en el sufrimiento se explora.
El amante de la sabiduría está listo
para su operación delicada.
Y la materia del análisis queda
a su merced: un hombre sufre.
Horrible es conocer la verdad, y el miserable hallazgo
destruye a quien lo obtiene,
pues nadie en otro pudo ni podrá nunca conocer hasta el fondo
en su verdad palpable, sin morir,
la vida misma revelada.
Sin embargo, es muy cierto
que el sufrimiento expresa
al hombre, aunque lo arruina,
porque tras la experiencia dolorosa
es otro hombre el que nace, al conocerse,
y conocer el mundo.
No siempre, ciertamente,
puede quien ha sufrido
resistir todo el peso de su sabiduría.
Alguno nunca vuelve
a la vida, pues es difícil ser
tras la vergüenza de haberse así sabido. 
Otros viven, mas rota
su dignidad en la infamia
que todo dolor es,
indignamente
prosiguen, y una mueca
es su gesto, su hábito.
Hay quien asume
de otro modo el dolor,
la concentrada reflexión que todo dolor es.
Tras la meditación espantosa, el hombre puede oír,
palpar, ver,
y conocerse y ser entre los hombres.
Y he ahí como el cruel se equivoca
en su filosófica labor, porque sólo quien sufre,
si acaso lo merece,
logra el conocimiento que el cruel buscara en vano.
Conoce aquel que sufre y no el que hace sufrir,
éste no sobrevive a su conocimiento,
y aunque tampoco el otro muchas veces
puede sobrellevar esa experiencia
terrible, logra en otras
escuchar sorprendido
el más puro concierto,
la melodía inmortal de la luz inoíble,
en el centro mismo de la humana miseria.

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