sábado, 5 de mayo de 2012

El espectador emancipado



Jacques Rancière autor de “El espectador emancipado” nos lleva a la reflexión del pensamiento ya desarrollado en su otro libro “El maestro ignorante” dónde se planteaba  la polémica cuestión de la igualdad intelectual en el revuelo del debate creado en torno a la finalidad de la escuela pública.
Compara a los espectadores, que ven, sienten, comprenden y componen su propio poema, al arte como creador de diferentes formas de vida. El arte es transformador, propone medios de expresión y de acción. Tiene la capacidad de construir sensibilidad. Equipara a los espectadores a lo actores, directores de teatro y bailarines. Para él ser un espectador es alguien que mira. Mirar  no es conocer. Es una apariencia y como tal le falta la verdad. Es ser pasivo porque está sentado y sin moverse. Ser espectador es estar separado al mismo tiempo de la capacidad de conocer y del poder de actuar.
De alguna manera se descalifica al espectador porque no hace nada, tiene una capacidad contemplativa y no una capacidad de actuar esencial para la emancipación.
Esa oposición es una forma de organización sensible quebrada en el sentido más material. La persona cuanto más contempla menos es. Se separa de su esencia, de su realidad, de su acción, de su propia vida. Y busca en el teatro aquello a lo que ha renunciado en su vida real.  
¿Cuál es la relación entre las ideas fundamentales del libro y la escuela? Por un lado sitúa la importancia de la emancipación, de ser activo y conocer frente a lo pasivo y el mirar. La importancia de salir de esa pasividad y la de aprender en la escuela a través de los procesos de la inteligencia. El camino que va desde la ignorancia, donde se deletrean signos a la cultura de construir hipótesis pone en marcha siempre a la misma inteligencia en cada persona pero diferente a otras inteligencias. Una inteligencia que traduce signos por otros signos y que procede por comparaciones y figuras para comunicar sus saberes intelectuales y comprender lo que otra inteligencia se empeña en comunicarle. Existe una distancia que hay que franquear con uno mismo y frente a otras inteligencias que realizan el mismo recorrido. Un camino que va desde lo que se sabe hasta lo que se ignora y que puede aprenderse. La relación pedagógica entre el maestro y el alumno consiste en suprimir esa distancia entre saberes e ignorancias. Cada acto intelectual es un camino trazado entre una ignorancia y un saber.
En el “Espectador emancipado” existe una relación entre el arte y la pedagogía y es el franquear el abismo que separa la actividad de la pasividad. Los términos: mirada, escucha, apariencia  y pasividad frente a saber, palabra, verdad y acción más que oposición definen el reparto de lo sensible.
La emancipación comienza cuando se cuestiona, se comprende y se evidencia porque el espectador también actúa, compara, interpreta y compone su propio poema al igual que el alumno y el experto o docto. Aprendemos y enseñamos, actuamos y conocemos también como espectadores que ligan en todo momento lo que ven con lo que han visto y dicho, hecho y soñado. Todo espectador es de por sí actor de su historia.

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