sábado, 21 de noviembre de 2020

El otro y el mismo

"El otro y el mismo" es el título del prólogo escrito por Azorin en su libro "Visiones de España". El escritor perteneciente a la generación del 98 cultivó todos los géneros literarios de novela, ensayo, crónica periodística, crítica literaria y teatro. Hoy he tenido necesidad de escribir sobre este autor. De leer su libro, y de dejaros sus palabras. 

Nos comenta que entre sus papeles se encuentra con una fotografía escolar y que no se reconocía. Tardó en saber quién era él. Se trataba de cuando iba a la escuela, tenía ocho años. Miraba su cara, su pelo, el entrecejo arrugado, la boca fruncida, los ojos entornados y utilizaba para ese malestar las frases "tras lobezno recién cazado" , "entre confiado y receloso" comenta de "quién le tiende la mano para acariciarlo" de quién no está muy seguro "que le hinquen de pronto los dientecillos".

"El otro, el niño, es uno, y yo, el de ahora soy otro. No tengo seguridad de que el otro sea el mismo de ahora. Contemplo sonriendo al niño de la fotografía; me mira receloso, él ajeno por completo a mi persona, y al fin, cogiendo su mano, la aprieto primero entre las mías y luego la abro y tengo ante mí la palma extendida, la diminuta palma"

Y piensa el autor que ahí en la mano, complicado arte ancestral se encuentran la ventura y la desventura del futuro hombre. El presente habla del pasado, la voz penetra y se pregunta ¿Cuál es la vida que te espera?, ¿Cuáles trabajos y dolores hay para tí aparejados en alguna parte por el mundo?. En tí hay una fuerza latente que se irá desenvolviendo, tus progenitores han sido longevos, los padres de ellos también. Tienes ante tí posiblemente una espaciosa vida.¿Y, en que vas a emplearla?, ¿Cuántas fuerzas ya laten en tí sin que te des cuenta?, ¿Es que la imaginación va a predominar en tí y va a regir tus destinos?, ¿Cubrirá de colores telas y más telas esa imaginación o emborrará cuartillas y más cuartillas?. Presumo que esto último, pero no sabe, se pregunta el autor, el giro literario que desarrollará, que dará a ese trabajo literario, si dominará el sarcasmo o el amor, si desprenderá cordialidad u odio

Odio no quiere y por eso su malestar en la cara, en el entrecejo arrugado, en la boca, en la mirada, en el corazón, no quiere perder la confianza en la vida, ni desesperar, y se dice asi mismo que quiere ser generoso, extender las energías creadoras, ser franco con la amistad, con los necesitados y no negar nunca el apoyo a los injustamente acosados,  habla también de la ayuda a su pais, y de reflejar en sus escritos lo que vé, el paisaje, la moral, las personas. Y desea que cuando vuelva la vista atrás para ver el camino recorrido poder experimentar alivio, sensación más de trabajo bien hecho que de dolor. Esto ya puede ser una ilusión, una fantasía porque "el otro puede ser y no puede ser el mismo", "El tiempo todo lo cambia", y de toda esta aventura sentimental subsiste la simpatía, la viva simpatía, de ver al hombre convertido en el hoy, al que en su día fue representante de los ímpetus juveniles, un vivo afecto. Y hace esta comparación, el de ayer fué el niño y el de hoy el hombre, el otro es el representante de los ímpetus juveniles, un vivo afecto. Y agradece a la profesora  Erly Daniere, la formación dada pues de ella también son estas páginas.

Y continúa el autor "Yo no sé si escribir" , "yo quiero evocar mi vida" , en esta soledad y se encuentra con libros que tiene en sus estantes y que tantas cosas le han revelado, y se refiere a los volúmenes de autores como Cervantes, Garcilaso, Gracián, Montaigne, Leopardi, Mariana, Vives, Taine, la Fontaine... Y nos dice que resurgen en él su viva y angustiosa vida de niño y de adolescente. Y que cuando deja la mesa y se asoma al balcón siente el dolor de la sensibilidad y vuelve a la mesa, a las cuartillas y se pregunta si tiene que plasmar en ellas los acontecimientos de su vida.  Tiene esa sensación de vida pasada, de notas que toma, de recuerdos vivos y a veces inconexos como es la realidad y con esas notas dice que se siente salir del aprieto en el que le han colocado sus amigos y que pinta mejor su carácter, y que quién lo lea pues que sea bondadoso porque en realidad todos hemos sido jóvenes, hemos tenido azañas que hemos realizado en nuestra vida. 

Añade que en la memoria el primer recuerdo que se tiene es el de la escuela, cómo se iba, lo que se sentía, las emociones que se experimentaban, como fueron sus maestros y como era él respecto a los mismos y a sus padres. Él al ser hijo del alcalde recibía un trato especial y esto le producía ahora un sabor de enojo y de amargura. Cuando todos se iban para casa tenía que quedarse, allí solo, el maestro le tenía una hora más trabajando y miraba el edificio, era un convento de los franciscanos, el salón de la escuela tan amplio, las litografás de las paredes, que dice que para él significaban una pesadilla en su vida, observaba todo esto, el comedor a donde le llevababa a trabajar esa hora y donde le hacía deletrear con una gran insistencia.  Avanzaba, retrocedía y hacía enfadar al maestro, le indignaba por su ignorancia, le decía "que no, que no" y al final, rendido, anonanado, oprimido, rompía en un largo y amargo llanto...

Y entonces él, el maestro, cesaba de hacerme deletrear y decía moviendo la cabeza: "Yo no sé lo que tiene este chico"

Y continua con la Alegria. ¿Cuándo jugaba yo? ¿Qué juegos eran los míos?. Todo el día en la escuela, a vueltas con las cartillas, o metido en casa, junto al balcón, repasando los grabados del libro. Y cuando llegaba la noche jugaba con mi vecino a "la lunita"

El juego consistía en ponerse en un cuadro de luz, y en gritarle al compañero que uno "está en su luna", es decir, en la del adversario, entonces el otro viene rapidamente a su luna y tu tienes que irte corriendo a buscar otra, este ha sido su único juego y también el de una mujer estupenda que durante la noche se disfrazaba, cual hazaña mitológica con una larga levita, un sombrero de copa y una escoba al hombro, esa mujer era única, extraordinaria, y con una  inmensa ternura les regalaba a él y a su vecino la alegría. Ella servía a un amo completamente opuesto, una persona que había hecho mucho bien al pueblo, pero "las multitudes son inconstantes y crueles" Y este hombre hastiado, angustiado y amargado se marchó al campo y no volvió jamás al pueblo, ni volvió a entrar en comunión con los hombres, comenzó a llevar una vida en solitario, no perdió la esperanza, se hizo una casa en la cima de una montaña, y se informaba, recibía los periódicos, y estas hojas diarias eran como una lucecita, eran cono el lazo de amor que lo unía a los hombres.

Para finalizar comentar que escribir esta primera parte del libro del autor me ha ayudado a recordar el camino de otra forma, más afable, y es que los libros y sus autores como él nos dice son así, te vuelven y te explican la realidad, de una forma clara y sencilla lo hace Azorin. 

La acción, el tiempo, todo como el autor nos dice nos deja en la cara, en el alma, en el corazón un sabor de amargura, de angustia, pero también de alegria, de esperanza, nos deja la huella de la sensibilidad del camino, de la infancia, de la persona en la que te has convertido pero también la ilusión del otro, de ese tiempo vivido esperanzador, motivante, esa señal profunda que se ha experimentado y trascendental. Nos indica y hace referencia a todo lo que está por encima de los límites naturales, a esa idea de crecimiento y de superioridad. 

Ese tiempo, el del otro, es muy importante ya que puede hacerte llegar a alguna parte o no llegar pero también te da la esperanza de continuidad del caminar donde las ilusiones se esfuman pero nos hacen ver que en lo simple, lo cotidiano, en las cosas sencillas está lo hermoso, sentir lo cercano, la sonrisa, la luz, la emoción, sin esperar sino pensando que tienes que tener en tu vida alegría y no tristeza, amor y no odio, ilusión y no desconfianza y esto es darle sentido a la propia vida de la persona, de la escuela, de la ciudad, del pais, del mundo.

 ¡QUE GRANDE AZORIN!


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