sábado, 19 de julio de 2014

Charlotte Brönte

Esta semana conocí la figura de Charlotte Brönte y su vida de novela. Me encontré con uno de sus libros: "El profesor", aunque escribió también Jane Eyre. Se trata de una novelista inglesa fallecida a los 39 años de edad en 1855 estando embarazada. Entre sus novelas escribió: 

Jane Eyre que presenta la lucha de la mujer por conquistar un lugar en la sociedad, su posición en la estructura social. Reivindica la igualdad en inteligencia y alma con respecto al varón. El poder ganarse la vida por su cuenta y riesgo sin necesidad de vender su alma o su cuerpo para comprar la felicidad. Hace de la resignación un triunfo pues brinda por una felicidad para los dos sexos, un gozo y placer mixto. Revela dos relatos, el de la mujer cenicienta y el de la felicidad, con el lema  "el que persevera triunfa" ofreciendo un final feliz de cuento como el verdadero destino al que se dirige la humanidad. 
El profesor presenta la dignidad del hombre, pero desde una visión de supervivencia, de una persona empobrecida y desamparada que sale hacía adelante por su integridad moral e intelectual y a la vez ofrece la visión del hombre que solo estima el dinero, las relaciones de poder y la sumisión.  La persona que tiene que abrirse camino en la vida, ganar dinero con el sudor de su frente y trabajar con una moderada dosis de placer.

Os dejo frases entresacadas del texto:
  • Mi padre fue a la bancarrota y mi madre vivió en la indigencia sin recibir ayuda de sus hermanos. No querían que se hubiera casado con él. Pero los parientes del padre parece ser que comentaron cuando los otros iban a escalar puestos que si no accedían a contribuir de algún modo al sustento de los hijos huérfanos de la hermana darían a conocer la situación cruel y maligna con ella y harian todo lo posible por dificultar la elección.
  • Pero a medida que fui creciendo y conociendo la persistente hostilidad, el odio que mostraron a mi padre hasta el dia de la muerte y los sufrimientos de mi madre, los agravios, contra nuestra casa, empece a sentir vergüenza de la dependencia en que vivía y tome la resolución de no aceptar nunca mas el pan de unas manos que se habían negado a atender las necesidades de mi madre moribunda. Bajo la influencia de estos sentimientos rechace la rectoría y la unión con mis primas.
  • Mis pensamientos se dedicaron a hacer conjeturas sobre el encuentro que estaba a punto de producirse. Una cosa era cierta; no corria el peligro de sufrir una grave decepción; mis moderadas expectativas me lo garantizaban, pues no esperaba una gran efusión de cariño fraternal, las cartas recibidas por él impedían engendrar o abrigar ilusiones de tal índole.
  • Sentí cierta satisfacción interior por no haber traicionado en los primeros instantes de nuestro encuentro, ninguna emoción, ningún entusiasmo, por haber saludado a aquel hombre con flema, serenidad y firmeza.
  • Su voz, siempre tengo en cuenta las voces para juzgar el carácter de las personas,era vivaracha, indicaba un temperamento.
  • Busque sus ojos, deseosos de leer en ellos la inteligencia que no veía en su rostro ni oía en su conversación, era alegre, bastante limitada, vi alternarse vanidad y agudeza, la coquetería asomo a los iris, pero aguardé en vano a vislumbrar el alma.
  • El tiempo libre del que dispongo lo utilizo en mi provecho. Lo dedico a lo que quiero. Y mis narraciones no tendrán nada de emocionante pero siempre va a interesar a gente que habiéndose esforzado en la misma vocación que yo, encontrarán a menudo en mi experiencia un reflejo de la suya.
  • Y descubrí que no me transmitia ninguna emoción agradable, que no despertaba en mí ninguna de las esperanzas que un hombre debería sentir al ver ante sí el escenario de su carrera, me dije: Willianm, te rebelas contra las circunstancias.
  • Había comprendido: hacer el trabajo a cambio de un salario. No esperar favor alguno de nadie. No contar con su ayuda para nada.  Eso es exactamente lo que me conviene y con esas condiciones. 
  • Si adopta conmigo una actitud altanera y cruel, la culpa es suya no mía.
  • Le servi con lealtad, puntualidad y diligencia. Lo que se me asignó tenia la capacidad de hacerlo bien. Me vigilaban constantemente buscándome defectos pero no encontró ninguno. Yo era riguroso y más rápido. Saldaba siempre mis cuentas.
  • Habiendo detestado siempre pedir ayuda había adquirido en edad temprana el hábito de una economía sacrificada… no me gustaba pedir ayuda suplementaria, muchos me llamaron tacaño y yo solía acompañar el reproche con este consuelo. Mejor que me interpreten mal ahora a que me rechacen después.
  • Empezaba el baile. Me había encantado que me presentaran a alguna joven inteligente y agradable y haber tenido la libertad y la oportunidad de demostrar que podía sentir y transmitir el placer de intercambio social. Que no era un tarugo, ni un mueble, sino un hombre sensible que actuaba y pensaba. 
  • A ningún hombre le gusta reconocer que ha cometido un error al escoger su profesión, y todo hombre que se precie luchará contra viento y marea antes que gritar: ¡Me doy por vencido!.
  • El trabajo en si era una tarea ardua y tediosa, pero hubiera soportado esa pesadez, no soy persona impaciente e, influido por el doble deseo de ganarme la vida y de justificar ante mi mismo y los demás. Mi puntualidad, diligencia, y eficacia convirtieron su desagrado en permanente, infudiendole el intenso matiz y el doloroso alivio de la envidia. … 
  • Dos voces hablaban en mi interior,una y otra vez pronunciaban las mismas frases: Tu vida es insoportable... ¿Que puedes hacer para cambiarla?
  • Vuestras posiciones son distintas y aunque estuviera al mismo nivel vuestra mentalidad difiere, no esperes recoger la miel de la amistad de esa planta guardada por espinos.
  • El pan es pan y un salario es un salario.


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