miércoles, 17 de julio de 2013

Yo quería ser maestra



Siempre me explicaba mi madre que cuando me preguntaban que quería ser de mayor yo respondía: Maestra. A los cuatro años antes de ir a la escuela ya soñaba con la profesión. Jugaba a las maestras y me encantaba que los reyes siempre se acordaran de dejarnos un estuche nuevo y algún libro de colegio.
No recuerdo de haber tenido ningún problema durante mi estancia escolar. Y siempre sentí que todo lo que me comunicaban los maestros y maestras a lo largo de mi vida era como algo irrepetible y mágico, lo interpretaba como un cuento de una forma ficticia o como una fabula con su moraleja, que era aplicable a la vida real. Siempre los miré con mucha fascinación y respeto. Tengo en mi memoria el nombre de algunos que dejaron huella en mí y que forman parte de mi memoria sentimental: Lola, Gloria, José Luis, Gertrudis, Herminio, María, entre otros.   El ser maestro o maestra da muchos lujos: aprender, intercambiar ideas, una fuerza interior que te ilusiona pero también quema mucho y aunque da la sensación que es algo idílico está poco valorado.
Siempre viví mi caminar de una forma natural, responsable y alegre. Yo nunca tuve “miedo escénico” Ni en clase cuando estudiaba ni con los niños ahora que ejerzo. Siempre pensé que de los errores se aprende y  la clase para mí es muy gratificante especialmente cuando las cosas funcionan y se produce ese aprender juntos, ese aprendizaje colaborativo.
Cuando algo te gusta, se disfruta y se vive. Esa experiencia de abrir el corazón, de sentirte bien, de abnegación, de entrega.
Comprobé durante la trayectoria profesional que no hay que ser héroes ni pasionales y puedo decir que he sentido satisfacción de haber hecho lo que estaba dentro de mi alcance, esto me ha dado cierta seguridad y cierto éxito para mí pues de alguna manera me ha podido sostener en un estado armonioso y equilibrado. 


Referente a la retroalimentación he tenido mayor inquietud y sufrimiento que para compensarla digamos de una forma cerebral me ha llevado siempre a estudiar y a escribir para poder lograr una mejor sensación pues para mí siempre ha significado el trabajo, al igual que la vida, un aprendizaje y digamos un desafío desde el punto de vista mental. Siempre he pretendido ser exigente en este aspecto y poner lo mejor de mí misma intentando activa y constructivamente mejorar las condiciones y siendo bastante leal,  optimista y confiada procurando hacer lo correcto por mejorar tanto individualmente como las condiciones de los centros en los que he trabajado, organizaciones, etc.

A veces me pregunto sí el esfuerzo ha merecido la pena porque tampoco se trata de una profesión de las mejores pagadas, las hay con sueldos mucho más elevados, también encontramos trabajos con salarios más bajos. Examinando el recorrido realizado es muy interesante y aprendes mucho en los aspectos referentes a la tarea, al significado de ser maestro o maestra, de ser docente, al clima laboral, compañeros y compañeras que te encuentras en el camino  aunque no siempre todos los ambientes han sido igual de agradables donde la moral laboral con el sentimiento de solidaridad de grupo y participación en la necesidad de un objetivo común me ha debilitado muchas veces las fuerzas, las ganas de continuar, la alegría y digamos la sensación de bienestar pues he experimentado vivencias que no me han gustado.  Y es aquí donde no he tenido sensación de equidad respecto a la remuneración por el trabajo desarrollado y a los temores experimentados que me han impedido el despliegue de las capacidades expresivas potenciales. 




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