martes, 3 de diciembre de 2019

Un día para todos




Hoy se celebra el Día Internacional de la Persona con Discapacidad con el objetivo de mejorar la situación de las personas con discapacidad además de buscar la igualdad de oportunidades. Hoy dedico este post a un familiar en el día de su aniversario. Se conmemora cada tres de diciembre, desde 1992 fomentando una mayor integración en la sociedad y promoviendo el bienestar en todos los ámbitos intentando concienciar sobre esta situación en todos los aspectos de la vida ya sea social, política, económica y cultural. El lema de este año es "SOS Soledad. Yo también cuento". Por una parte hace mención a la soledad y por otra "yo también cuento" con la inciativa de concienciar en la inclusión y participación de las personas que esten solas pero igualmente significa contar con los demás, transmitir que más allá de uno mismo está el otro y que es necesaria su participación en los espacios y en la toma de decisiones, que puedan poner ellos mismos voz a sus demandas, inquietudes, reivindicaciones. A la vez es impulsar el proceso democrático con la participación de todos cubriendo las necesidades de cada uno. El estar solo no quiere siempre decir que se sufra de soledad pues se puede tener una riqueza muy grande interior pero si hay cosas que hacen sufrir de soledad como es el que no se cuente con los demás o el atribuirles cualquier tipo de problemas haciendo énfasis en la salud "tu no puedes, tu no sabes" llevando a no creer en el valor de las personas y realizando un trato negativo. 

Para finalizar os dejo un cuento sobre el verdadero valor de las personas donde nos deja una enseñanza que consiste en ponerse en el lugar del otro por encima del si mismo. 

Cabizbajo, el joven se dejó caer junto al anciano, que meditaba, bajo un frondoso roble.
¿Puedo hablar con usted, maestro?
El viejo, amablemente, respondió:
Por supuesto, mis puertas están abiertas para ti siempre. Dime lo que te atormenta porque veo que tu corazón sufre.
Sufro porque dice mi padre que soy un inútil, porque mi jefe desconfía de mi capacidad, sufro porque todo lo que hago parece que lo hago mal. Mientras otros, esforzándose menos, son aplaudidos, yo me debato entre las dudas y los miedos que me atenazan, y mis trabajos no sirven, no gusta lo que digo ni lo que pienso.
En esto no puedo ayudarte. Nadie puede decidir por ti, ni otro puede asumir tus dudas. Pero ya que estás aquí sí puedes ayudarme. Quisiera que fueras al mercadillo del pueblo y vendieras esta sortija por más de 100 monedas. Confío en tus dotes de negociación.

A las dos horas volvió el joven aún más deprimido que antes.
Maestro, he comprendido que tienen razón los que desconfían de mí. No he podido vender tu sortija, sólo me han ofrecido 20 monedas. Perdóname y adiós.
¡Espera! -dijo el sabio-. Necesito urgentemente dinero y sólo tengo mi sortija. Negocia con el joyero Rabí y pídele el precio que estaría dispuesto a pagar e incrementa en 100 monedas más, y no vengas hasta lograr esa cifra, pero no se lo vendas.
¿Acaso quieres burlarte de mí? Eso es imposible.
Tú vete y haz lo mejor que sepas el encargo.

Al poco rato volvió alborozado:
¡Maestro, es increíble! Me ha ofrecido 2.000 monedas y al subir yo a 2.100 él ha aceptado sin discutir.
Joven, los del mercadillo desconocían el verdadero valor de la joya y no han aprovechado la oportunidad de poseerla, pero el joyero hubiera pagado gustoso mucho más que 2.000 monedas. No confíes tu valía a quienes no saben tasar a las personas. Mira en tu interior e intenta poner precio a tu dignidad: ese será el valor que debes negociar en el mercado de la vida. [Recogido de Artesanía en Red]

El protagonista va buscando una ayuda en cambio la presta y es ahí cuando se atribuye su valia. El verdadero valor de las personas no son sus principios, ni su inteligencia ni sus habilidades. El verdadero valor son ellas mismas, cada persona, su individualidad y que ellas mismas se consideren valiosas y útiles. 

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