miércoles, 8 de mayo de 2013

Bienvenidos a la escuela


Siempre fui una gran entusiasta de la escuela. Siempre me gustó su equilibrio, entre orden y anarquía, su heterogeneidad. La escuela ideal y soñada era encontrarme con la mejor gente y no que enseña cosas simplemente sino que puedes hablar, compartir ideas, tiene saber y escucha, que aprendes con ellos. Para mí serían los mejores profesionales. No se centrarían solo en lo individual sino que tratarían de tender puentes entre el yo y la sociedad, entre la ciencia, la cultura y el cosmos.
Mi educación había sido bastante buena y no quería perderla aunque la escuela está muchas veces al margen de la misma. Siempre me enseñaron a valorar y esto había sido una gran oportunidad para mí. Pero algo tan sencillo y fácil como es entender y reflexionar sobre el sentido de la vida, lo que es bueno y malo, en la escuela apenas se tiene tiempo o cuesta mucho tiempo.
Me gusta enseñar a transformar las emociones, a gestionarlas, a hacer frente a las adversidades. En la diversidad existe un punto en común que es el optimismo respecto a la razón humana y a la capacidad para poder mejorar la vida.
Cuando me encontré con gente que tiene talla y saber me dio la sensación que parten de que son adultos totalmente formados y responsables. Esto para mí ya suponía un problema. Pues me daba la sensación de que solo tenía que aprender yo como si los demás ya no tienen que aprender, son adultos, ya saben. Yo soy adulta y en cambio siempre estoy aprendiendo. Me enseñaron que tenía que portarme bien con todo el mundo, ser agradable, simpática y caer bien. Esto me llevaba a preocuparme sobre lo que pensaban de mí, y lo que hacían respecto a mí. Y esto no tenía que importarme, ni tampoco tenía que enfadarme ni envenenarme con ningún tipo de humillación, de actos ni comentarios, ni tan siquiera deprimirme. Pues podían producir  ideas tóxicas y ser portadoras de sufrimiento. Y ahí estaba la esencia, así que este pensamiento también cambió y fue un éxito para mí pues me cuadró todo. Empecé a aceptarme, a gustarme y a continuar mi caminar aprendiendo y enseñando y que todo ello fuese aplicable para la vida. Realmente vives las experiencias, luego las interpretas y posteriormente surge la respuesta emocional. No quería perder mi carácter abierto, sociable ni quizás bullicioso, aunque aprendí a ser mucho más discreta. Como humanos nos responden. Lo que yo consideraba una misión pedagógica era el poder ser una misma, cuestionarse a una misma e intentar no  asimilar creencias erróneas, plantear ideas para mejorar al menos el alumnado y yo misma pues esto hace que tanto ellos como yo nos enriquezcamos, mejore y da más sentido a lo que hago y a mi vida. 
Es cierto, que al igual que en estos momentos, una se sienta en el sofá y escribe, y es como un monólogo constante, pues aprende a ser un poco escritora, filósofa, psicóloga, pedagoga y sobre todo analista, siempre se analiza y se pregunta todo. ¿Podría ser…? ¿Cómo haré…? ¿Es razonable…? ¿Puede ser…? Darte cuenta que no necesitas el aplauso de los demás sino alcanzar tu libertad interior y la resistencia ante la adversidad pues las mejores lecciones son las que te da la vida es lo mejor que me ha sucedido
La escuela es un arte y sí para el alumnado es importante que aprenda conocimientos y saberes, para todos es más que sepan ser ciudadanos ,su bienestar y su plenitud o máximo grado de desarrollo.

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