domingo, 23 de junio de 2013

El papel de la mujer


Hoy mi portada es en tu honor Mariví.


Gracias por tus aportaciones al mundo de la sanidad y de la educación.
Mujer sencilla y alegre, con una fortaleza que demostraba a su paso lo fuerte y noble que puede ser un ser humano.

Hoy le brindo un artículo acerca de la mujer dónde ella me ayudó y que he escrito en mi tesis “Condicionantes socio-profesionales de la salud docente”.  Esta ayuda la llevó posteriormente a ella a realizar un libro precioso que no ha publicado bajo el titulo: "Ritos, mitos y leyendas de fertilidad en el territorio astur"
                                                                                                                                                              

LA MUJER Y EL TRABAJO DOMÉSTICO

"El papel de la mujer en la historia de la humanidad pasó por muchas y diferentes etapas.
Cocinar, lavar, limpiar, comprar, ocuparse de los hijos, la economía doméstica, ya no son tareas exclusivamente femeninas en algunas parejas que han asumido este nuevo estado de cosas, son tareas de la pareja que convive. Pero es una minoría de ciudadanos y ciudadanas de la aldea global la que ha apostado por este nuevo modelo de convivencia entre ambos géneros. Sigue siendo, mayoritariamente, cuestión de mujeres la organización y la programación de las tareas. La frase “me haces la cama”, “me friegas los platos”... son un ejemplo del currículo oculto.
Uno de los factores que condicionan con mayor fuerza la situación de  inferioridad femenina es la maternidad. Parir, alimentar, cuidar y educar la prole es una tarea que consume muchas energías y limita el acceso a otros campos, siendo el cometido al que dedican su vida una gran parte de las mujeres.
Aquellas que  han logrado un trabajo en la sociedad, tienen que compaginar ambas tareas, lo que resulta muy difícil. Las mujeres con mayores recursos económicos obvian el problema contratando a otras mujeres para que les ayuden en la crianza de los hijos y los trabajos domésticos, pero no todas pueden permitirse eso y deben de asumir las dos funciones, es decir, el trabajo en el hogar y fuera del mismo.
Por otra parte, el hecho de que las mujeres, cuya actividad fuera del hogar les reporta recursos para “ser sustituidas” dentro del hogar en algunas funciones, lo hagan casi siempre utilizando para ello los servicios de otras mujeres (que necesitadas económicamente recurren a este tipo de trabajos),  simplemente hace que  el problema se disfrace.
La maternidad también es un factor limitante de la promoción social de la mujer ya que ésta  va a coincidir la mayoría de las veces con el periodo de máxima necesidad de crecimiento profesional. Aunque las mujeres actualmente tienen los hijos más tarde que sus madres o abuelas, este hecho no deja de producirse en unos años inmediatos a la finalización de sus estudios, o a la incorporación al mundo del trabajo.
Pero la maternidad ya no puede ni debe aducirse como una razón para relegar a la mujer al hogar.  Ante una humanidad con unos avances en salud importantes que han incrementado la edad de vida de la población en general, ante una superpoblación mundial, en los países con mayor nivel de desarrollo las parejas tienden a tener como máximo dos o tres hijos, parece que la maternidad ya no debería de ser un condicionante para la promoción social de la mujer.

La figura femenina y su lucha por el reconocimiento social

A pesar de que la lucha de las mujeres ha logrado avances en la legislación laboral aún queda camino por recorrer. Las leyes deben de contemplar el periodo de la maternidad de un modo especial, de forma que no limite el futuro de las mujeres, puesto que solo es un pequeño paréntesis en una vida cuya edad media ronda los 75 años.
Hoy la mujer se encuentra con la ciencia como aliada a la hora de plantearse su maternidad, existiendo un amplio arsenal terapéutico para evitar la concepción, lo cual permite a las mujeres elegir cuando quieren ser madres y cuántos hijos van a concebir e incluso facilitar la concepción de aquellas que por diversos motivos no logran concebir de forma natural.
Pero no siempre ha sido así. Ser madre significó durante mucho tiempo la justificación de la vida de una mujer, hasta el punto de que aquellas que no podían lograr concebir un hijo eran marginadas. Hasta hace bien poco, la edad media de vida de los seres humanos era baja. Las enfermedades, las guerras  daban zarpazos a la población adulta y la mortalidad infantil era alta. Las mujeres estaban destinadas a procrear, y las que no eran capaces, no eran útiles, porque no existía más cometido para la mujer que el de hembra reproductora. La relación hombre-mujer pasaba básicamente por la perpetuación de la especie. El amor romántico no tenía cabida en un mundo donde la necesidad de asegurar la supervivencia de la raza humana era  prioridad.
La mujer no debía de trabajar fuera del hogar, no podía exponerse a los peligros de un medio ambiente hostil, porque era necesaria para mantener la sucesión de la raza y por tanto no tenía otra misión, que la vida doméstica. Por ello la importancia de que la mujer fuera fértil. El drama que representaba la esterilidad avocó a muchas mujeres a buscar los más diversos remedios. Cada época de la historia nos muestra cómo intentaron resolver este problema. Desde su inicio, la humanidad ha evidenciado una constante y profunda preocupación en torno a todo lo relacionado con la fecundidad. Mitos y ritos sobre este tema se originaron en las más lejanas épocas de la prehistoria.
España, país colonizado por múltiples culturas a lo largo de la historia y sometido a las más diversas influencias, está sembrado de leyendas en torno a este tema.([1])..  No es el propósito de este trabajo hacer un recorrido histórico sobre las diferentes etapas del papel de la mujer como reproductora de la especie humana sino el de hacer hincapié en que la maternidad no puede ser utilizada como excusa para evitar que la mujer se emancipe. “Nuestro mundo, dominado exclusivamente por los hombres, tiene mucho que aprender y que esperar de la emancipación femenina”  (Discurso del Director General de la UNESCO en la ceremonia de apertura de la 28ª reunión de la Conferencia General, 25 de Octubre de 1.995)".




[1] Referencias bibliográficas: AA.VV. “Historia de la humanidad. Prehistoria”. Editorial Planeta, 1977.
   Westermack, “La historia del matrimonio humano”, 1891.

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