Hoy mi portada es en tu honor Mariví.
Gracias por tus aportaciones al mundo de la sanidad y de la educación.
Hoy le brindo un artículo acerca de la mujer dónde ella me ayudó y que he escrito en mi tesis “Condicionantes socio-profesionales de la salud docente”. Esta ayuda la llevó posteriormente a ella a realizar un libro precioso que no ha publicado bajo el titulo: "Ritos, mitos y leyendas de fertilidad en el territorio astur"
LA MUJER Y EL TRABAJO DOMÉSTICO
"El papel de la mujer en la
historia de la humanidad pasó por muchas y diferentes etapas.
Cocinar, lavar, limpiar, comprar,
ocuparse de los hijos, la economía doméstica, ya no son tareas exclusivamente
femeninas en algunas parejas que han asumido este nuevo estado de cosas, son
tareas de la pareja que convive. Pero es una minoría de ciudadanos y
ciudadanas de la aldea global la que ha apostado por este nuevo modelo de
convivencia entre ambos géneros. Sigue siendo, mayoritariamente, cuestión de
mujeres la organización y la programación de las tareas. La frase “me haces la
cama”, “me friegas los platos”... son un ejemplo del currículo oculto.
Uno de los factores que condicionan con mayor fuerza la
situación de inferioridad femenina es la
maternidad. Parir, alimentar, cuidar y educar la prole es una tarea que consume
muchas energías y limita el acceso a otros campos, siendo el cometido al que
dedican su vida una gran parte de las mujeres.
Aquellas que han logrado un trabajo en la sociedad, tienen
que compaginar ambas tareas, lo que resulta muy difícil. Las mujeres con
mayores recursos económicos obvian el problema contratando a otras mujeres para
que les ayuden en la crianza de los hijos y los trabajos domésticos, pero no
todas pueden permitirse eso y deben de asumir las dos funciones, es decir, el
trabajo en el hogar y fuera del mismo.
Por otra parte, el hecho de que
las mujeres, cuya actividad fuera del hogar les reporta recursos para “ser
sustituidas” dentro del hogar en algunas funciones, lo hagan casi siempre
utilizando para ello los servicios de otras mujeres (que necesitadas
económicamente recurren a este tipo de trabajos), simplemente hace que el problema se disfrace.
La maternidad también es un
factor limitante de la promoción social de la mujer ya que ésta va a coincidir la mayoría de las veces con el
periodo de máxima necesidad de crecimiento profesional. Aunque las mujeres actualmente
tienen los hijos más tarde que sus madres o abuelas, este hecho no deja de
producirse en unos años inmediatos a la finalización de sus estudios, o a la
incorporación al mundo del trabajo.
Pero la maternidad ya no puede ni
debe aducirse como una razón para relegar a la mujer al hogar. Ante una humanidad con unos avances en salud
importantes que han incrementado la edad de vida de la población en general,
ante una superpoblación mundial, en los países con mayor nivel de desarrollo
las parejas tienden a tener como máximo dos o tres hijos, parece que la
maternidad ya no debería de ser un condicionante para la promoción social de la
mujer.
La figura femenina y su lucha por el reconocimiento social
A pesar de que la lucha de las
mujeres ha logrado avances en la legislación laboral aún queda camino por
recorrer. Las leyes deben de contemplar el periodo de la maternidad de un modo
especial, de forma que no limite el futuro de las mujeres, puesto que solo es
un pequeño paréntesis en una vida cuya edad media ronda los 75 años.
Hoy la mujer se encuentra con la
ciencia como aliada a la hora de plantearse su maternidad, existiendo un amplio
arsenal terapéutico para evitar la concepción, lo cual permite a las mujeres
elegir cuando quieren ser madres y cuántos hijos van a concebir e incluso
facilitar la concepción de aquellas que por diversos motivos no logran concebir
de forma natural.
Pero no siempre ha sido así. Ser
madre significó durante mucho tiempo la justificación de la vida de una mujer,
hasta el punto de que aquellas que no podían lograr concebir un hijo eran
marginadas. Hasta hace bien poco, la edad media de vida de los seres humanos
era baja. Las enfermedades, las guerras
daban zarpazos a la población adulta y la mortalidad infantil era alta.
Las mujeres estaban destinadas a procrear, y las que no eran capaces, no eran
útiles, porque no existía más cometido para la mujer que el de hembra
reproductora. La relación hombre-mujer pasaba básicamente por la perpetuación
de la especie. El amor romántico no tenía cabida en un mundo donde la necesidad
de asegurar la supervivencia de la raza humana era prioridad.
La mujer no debía de trabajar
fuera del hogar, no podía exponerse a los peligros de un medio ambiente hostil,
porque era necesaria para mantener la sucesión de la raza y por tanto no tenía
otra misión, que la vida doméstica. Por ello la importancia de que la mujer
fuera fértil. El drama que representaba la esterilidad avocó a muchas mujeres a
buscar los más diversos remedios. Cada época de la historia nos muestra cómo
intentaron resolver este problema. Desde su inicio, la humanidad ha evidenciado
una constante y profunda preocupación en torno a todo lo relacionado con la
fecundidad. Mitos y ritos sobre este tema se originaron en las más lejanas
épocas de la prehistoria.
España, país colonizado por
múltiples culturas a lo largo de la historia y sometido a las más diversas
influencias, está sembrado de leyendas en torno a este tema.([1])..
No es el propósito de este trabajo
hacer un recorrido histórico sobre las diferentes etapas del papel de la mujer
como reproductora de la especie humana sino el de hacer hincapié en que la
maternidad no puede ser utilizada como excusa para evitar que la mujer se
emancipe. “Nuestro mundo, dominado exclusivamente por los hombres, tiene mucho
que aprender y que esperar de la emancipación femenina” (Discurso del Director General de la UNESCO
en la ceremonia de apertura de la 28ª reunión de la Conferencia General, 25 de
Octubre de 1.995)".
[1] Referencias bibliográficas:
AA.VV. “Historia de la humanidad. Prehistoria”. Editorial Planeta, 1977.
Westermack, “La historia del matrimonio
humano”, 1891.
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